Abrir el paraguas dentro de casa
Ningún supersticioso tendría jamás la
osadía de abrir un paraguas dentro de una casa. El origen de este temor se
remonta a la época en que los reyes orientales y africanos lo usaban sólo a
modo de sombrilla para protegerse de los rayos solares.
Debido a su conexión con el astro rey y porque también su forma simboliza el disco solar, abrirlo en un lugar sombreado, fuera de los dominios del Sol, era considerado un sacrilegio.
Debido a su conexión con el astro rey y porque también su forma simboliza el disco solar, abrirlo en un lugar sombreado, fuera de los dominios del Sol, era considerado un sacrilegio.
Las siete vidas del gato
La excepcional resistencia y
fortaleza del gato, capaz di salir indemne de situaciones en las que otros
animales perecerían con toda seguridad, llevó ala idea de que este felino tenía
más de una vida. No hay duda de que sus hábitos nocturnos, sus ojos refulgentes
en la oscuridad, su sobresaliente agilidad y su pose majestuosa contribuyeron a
que nuestros antepasados sintieran una especial admiración, e incluso
veneración, por este animal. Se cuenta que, por ejemplo, Mahoma se cortó la
manga de su vestimenta para no perturbar el sueño de su gato que dormía sobre
ella. El profeta veía en él “una criatura digna del mayor respeto y de un tratamiento
afectuoso”. La razón de que a los gatos se les otorgue popularmente hasta siete
vidas tiene posiblemente un origen esotérico. Existen muchas culturas para las
que los números poseen una significación concreta. En nuestro caso, el siete
fue considerado en la Antigüedad un número de la buena suerte, ya que era una
trinidad de trinidades” y, por lo tanto, adecuado para el felino
La suerte de la pata de conejo
La extraña tradición de llevar una
pata de conejo en el bolsillo para atraer la suerte no nace de este animal,
sino de la liebre. En las regiones medievales de Europa existía la creencia de
que las brujas se transformaban en liebres para sorber la leche de las mujeres
que habían dado a luz. ¿Pero cómo nace esta creencia? Antiguamente, las cabras,
vacas, cerdos, liebres y otros animales de granja entraban libremente en la
casa de sus amos, ya que la familia aprovechaba su calor corporal para
protegerse del frío invernal. Los campesinos criaban liebres para comérselas y
las cuidaban con esmero y cariño. De hecho, por ejemplo, los antiguos britanos
pensaban que estos animales eran criaturas mágicas que incluso había que evitar
ingerir. Algunos tratados de la época mencionan que las mujeres embarazadas y
durante la época de lactancia acostumbraban a sentarse en un rincón del hogar y
ponerse en el regazo uno de estos nobles animales para que las calentara. A
cambio, dejaban que la liebre tomara de su pecho. La tradición popular; como ya
se ha mencionado, aseveraba que durante la caza de brujas, éstas se
transformaban en liebres y se colaban en las casas de los campesinos para
salvarse del peligro. Incluso había una manera de reconocer el engaño: si la
liebre, una vez atrapada, resultaba difícil de despellejar o cocinar, entonces
la bruja se había transformado en animal antes de morir. La idea de que la pata
de liebre trae buena suerte nació de la primitiva creencia de que los huesos de
sus patas curan la gota y otros reumatismos, así como los calambres. Pero, para
ser eficaz, el hueso debía tener una articulación intacta. Por ser tan
parecidos, la liebre y e] conejo se unieron como frute de las supersticiones
relativas a sus virtudes mágicas.
Poner la mano delante de la boca al bostezar
Poner la mano delante de la boca al bostezar
El gesto actual de taparse la boca
cuando bostezamos no obedece sencillamente a la intención de guardar las
formas, esconder la dentadura o el deseo de no difundir los gérmenes, sino que
tiene un significado más profundo. En el libro Superstitions oÍ Ireland, de
Sperenza Wilde se puede leer que hacer la señal de la cruz delante de la boca
al bostezar impedía que el diablo se introdujese en el cuerpo y estableciera en
él su morada. Es por esta razón por lo que las madres cerraban la boca del bebé
o hacían la señal de la cruz delante de ella cuando lo veían bostezar. De esta costumbre
ancestral deriva el gesto actual de taparse la boca.
Levantarse con el pie derecho
La tradición dice que, para que el
día no se tuerza, hay que apoyar en primer lugar el pie derecho. La respuesta a
esta costumbre podría hallarse en el mundo de los pescadores. Durante el siglo
XIX, ningún pescador en su sano juicio subía a bordo por babor, es decir, el
costado izquierdo del barco, aunque resultara incómodo hacerlo por estribor.
Parece ser que la superstición nace de la noción de que cualquier cosa zurda
era antinatural una idea que se basa en que la mayoría de los seres humanos son
diestros. Por regla general, todo que se refiere a la derecha es calificado de
favorable por los supersticiosos, quizás alentados por la tradición bíblica,
que dice que la derecha corresponde al camine del Paraíso y es la posición en
la que están sentados los elegidos por Dios. La izquierda representa el reverso
de la moneda. Los romanos, por ejemplo, hacían presagios observando el vuelo de
los pájaros: los que lo hacían hacia este lado eran de mal agüero. De hecho, en
latín, izquierda se dice sinester, que dio origen al adjetivo siniestro.
Miedo a las sombras
Antiguamente, la gente crédula
buscaba en las sombras que proyectaban los troncos que ardían en la chimenea la
imagen de una silueta humana sin cabeza. Esto significaba que la persona que la
proyectara moriría antes de la próxima víspera de Navidad. Éste era el plazo
para los cristianos, pero en épocas anteriores se utilizaron otras fechas
celestiales o estacionales. No cabe duda de que las sombras ocupan una parte
importante de los miedos relacionados con el cuerpo, ya que su presencia o
ausencia, como le sucedía al personaje de ficción Peter Pan, estaba relacionada
originariamente con creencias religiosas y paganas. Las interpretaciones más
antiguas del cuerpo y el alma afirmaban que la segunda podía, bajo determinadas
circunstancias, abandonar la envoltura carnal y alejarse de camino a la otra
vida. Para las culturas más primitivas, el alma estaba conectada a las sombras,
cuando no eran la misma cosa. Una de las circunstancias en las que la persona
podía perder el alma sucedía cuando un vampiro se acercaba por detrás y clavaba
la sombra de la víctima en la pared. De este modo, el ente maligno tomaba
posesión del cuerpo. La sombra de los difuntos también había que protegerla de
posibles infortunios. En la Europa medieval existía la creencia de que, si una
persona moría por la noche y su espíritu —o lo que es lo mismo, su sombra— se
alejaba, podía correr peligro de que cruzara por una extensión de agua -un río,
un lago- y no pudiera llegar a la otra vida. En este caso, la sombra volvía al
cuerpo de su dueño y se convertía en un muerto ambulante, una variedad de
vampiro. De ahí nació la costumbre de algunos de tapar los barriles que
contienen agua de lluvia y afán de ciertos pueblos por construir puentes.
Tocar madera
Tocar madera
Durante muchos siglo, lo pueblos
célticos de Europa rendían culto a los árboles por considerarlos los templo de
la santidad y la principal presentación de los dioses era la Tierra. El árbol
servía como medio para enviar la dolencia, o el mal a la tierra. También se
recurría a este vegetal s la mala suerte visitaba a m hombre bajo la forma de
demonios o si iba a librarse una batalla. En estos y otros casos el sacerdote
druida celebraba una serie de ritos y ensalmos en las llamadas enramadas
sagradas, Resultado de estas creencias es nuestra costumbre de tocar madera
como signo de la buena suerte, ya que ésta atrapa al espíritu maligno lo hace
caer a tierra.
El gato negro
El gato negro
En el mundo del misticismo, los gatos
son portadores de un poder mágico infinitamente superior al del hombre. Con
toda probabilidad, esta antigua creencia deriva de la adoración a la diosa
egipcia Bubastis, que tenía forma de gato. Los egipcios estaban convencidos de
que los gatos poseían alma, y prueba de ello son los restos momificados de
estos felinos, que se cuentan por miles, hallados en las excavaciones
arqueológicas. En la Edad Media, las brujas convirtieron al gato negro en un
elemento imprescindible para efectuar sus rituales y hechizos. Hoy en día, los
supersticiosos temen al gato negro que se cruza en su camino.
Pasar por debajo de una escalera
Esta y otras supersticiones asociadas
a las escaleras están relacionadas con el miedo al patíbulo. Antiguamente,
debido a la gran altura que éste solía tener, había que usar una escalera de
mano para colocar la soga en la posición correcta, así como para retirar
después el cadáver del condenado. Cualquiera que pasara por debajo de la
escalera corría el peligro de encontrarse con el muerto. De ahí viene la
superstición.
La herradura colgada en la puerta
Procedente de Italia, la creencia de
que las herraduras atraen la buena suerte era muy tenida en cuenta por la gente
de los pueblos. Clavada o colgada en una puerta, este objeto atraería las
energías del cielo.
La herradura simboliza la fuerza del
caballo y su enorme utilidad, al menos en tiempos pasados, en las labores del
campo y en las guerras.
Romper un espejo
Las supersticiones relativas al espejo
se cuentan entre las más citadas en todo el Occidente cristiano, quizás por su
uso adivinatorio.
La catoptromancia, es decir, el arte
de adivinar por el espejo, procede de Persia y, aunque tuvo un relativo éxito
durante la antigua Grecia y la Edad Media, fue duramente perseguida por la
Iglesia. Es probable, sin embargo, que estas supersticiones obedezcan a la idea
de que nuestro reflejo es otra versión del original y, si causamos desperfectos
en el espejo, nos hacemos daño a nosotros mismos. Así, dañar el espejo es hacer
lo mismo con el alma, y aquí es donde entra la superstición de que la rotura de
un espejo trae mala suerte durante siete años. Este período se debe a la
creencia de que el cuerpo experimenta un cambio en la constitución fisiológica
cada siete años.
Cruzar los dedos
Cruzar los dedos
Cuando se formula un deseo, se dice
una mentira o se encuentra uno ante un peligro, es costumbre cruzarlos dedos,
concretamente el mayor sobre el índice. El gesto, que evoca una cruz, conjura
la mala suerte y aleja las influencias maléficas, según los supersticiosos.
Desde los primeros tiempos del cristianismo se creía que, replegando el pulgar
bajo los otros dedos, se alejaba a los fantasmas y malos espíritus, o bien
haciendo esa operación con las dos manos y dejando que el pulgar asome entre el
índice, dedo consagrado a Júpiter, y el mayor, dedo del pecado dedicado a
Saturno.
No obstante, algunos autores piensan
que, aunque el simbolismo de la santa cruz en este gesto resulta obvio, el
origen primero es mucho más primitivo que la cruz cristiana y se remonta a los
más antiguos tiempos paganos.
Vestir de negro en los funerales
La antiquísima costumbre de vestir de
negro en los funerales, muy extendida en toda la cultura occidental, pretende
significar una manifestación de respeto hacia el difunto. Sin embargo, la
procedencia de esta tradición no está tan clara. Distintos estudios
antropológicos coinciden en señalar como su posible origen el miedo ancestral
de los vivos a ser poseídos por los espíritus de los muertos. Así, en los ritos
funerarios los hombres primitivos pintarían sus cuerpos de negro para impedir,
al quedar camuflados, que el alma del fallecido encontrara un nuevo cuerpo
donde asentarse. Esta hipótesis es corroborada por el hecho de que los
habitantes de ciertas tribus africanas cubran su piel con cenizas blancas en
los funerales, escondiendo así el color negro de su epidermis a la vista de los
espíritus. Algo parecido sucede también en la India, donde tradicionalmente el
color del luto es blanco, en contraposición a la tez morena de sus habitantes.
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