La figura de la bruja o
mago ha ido tradicionalmente acompañada de un animal, principalmente un gato.
Este ser es conocido como el “familiar” y se le atribuyen propiedades
especiales. Existe una terrible historia de la bruja Agnes Waterhouse y su gato
Satanás en que una mujer era condenada
por poseer un “espíritu familiar”.
La figura del espíritu
familiar, tal como la conocemos y vemos reflejada en libros y películas, tiene
su base en la caza de brujas que se llevó a cabo en Inglaterra y Escocia entre
los siglos XVI y XVII, aunque se cree que hunde sus raíces en una tradición más
antigua de los pueblos que poblaban la isla ancestralmente.
Durante la caza de brujas,
uno de los temas recurrentes es la existencia de estos animales “familiares”
que solían ser fundamentalmente perros o gatos.
El que tengan forma de
animal obedece, entre otras cosas, a que esta característica les facilita las
labores de espionaje para el brujo/a. Los animales más comunes para este
servicio son como ya hemos dicho los gatos y los perros, pero también hay
menciones sobre búhos, ranas, liebres, caballos y sapos. Según la historiadora
Emma Wilby, que ha estudiado todo el folclore inglés sobre el tema, los
espíritus familiares encarnados en animales domésticos suelen vivir en
receptáculos de cerámica o en cestas forradas de lana de oveja y comen gran
variedad de cosas como leche, carne, pan e incluso sangre.
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