Con mucho Amor en esta
Navidad, para todos Ustedes que reconocen la
divinidad de Kwan Yin,
dejándose guiar por ella hacia la unión con la Energía Crística.
"Amados Hermanos Yo Soy
KWAN YIN y hoy estoy entre ustedes.
Mi contribución será en
pequeños escritos que, a manera de cartas, irán dirigidas hacia aquellos seres
cuyas vidas se han turbado, por carecer de la fuerza purificadora del amor;
serán llamas vivas, llamas de amor, dirigidas hacia lo más interno de los
seres, para llegar a tocar esas fibras que en algún lugar recóndito del corazón
han quedado insensibles, por haber recibido dolorosos arañazos en el bregar de
la vida cotidiana.
Cartas de amor para aquellos
seres que envueltos en sombras, tratan de sobrevivir en un mundo en donde las
apariencias valen más que las realidades espirituales, en donde la jerarquía de
valores ha puesto por encima de todo, la satisfacción de los deseos carnales,
en donde la voz del dinero se escucha más alta que la voz del espíritu.
He venido para regar con amor
esos huertos resecos en donde antaño florecieran las más bellas creaciones de
Dios, pero que el miedo, la desconfianza, las plagas de la incomprensión, el
frío invierno de la indiferencia, trocaron los fértiles campos en áridas
tierras.
Soy la portadora de ese
Aliento Divino y espero que en estas palabras surgidas de la misma fuente con
que Cristo consumió los pecados humanos, podamos hacer el milagro de crear la
vida en un mundo de muertos. Y en esta primera epístola, quiero referirme a la
Navidad, a esa estación en donde el aroma de las flores vuelve a perfumar el
aire reseco que respiran los hombres.
CRISTO-LUZ.
Un 25 de Diciembre hace
muchos años, un beso de amor tocó la tierra y confirmó el pacto que Dios mismo
condensaba en un pequeño cuerpo humano; cada célula de su cuerpo era luz
comprimida, era una llama de amor que consumía todo lo que tocaba y cada
palabra, cada movimiento, cada pensamiento, era como el vibrar delicado de las
cítaras y laúdes que sublimaba la naturaleza humana, hasta hacerla percibir el
maravilloso mundo de Dios.
Y ese beso bendito caminó por
la tierra y su aliento cubrió a los hombres con una maravillosa esencia de amor
y la humanidad, pequeñas criaturas ignorantes, recibieron esa energía y
reaccionaron de la manera más diversa, pero a todos llegó y esas luces que
conformaban su cuerpo, esos átomos de luz que eran pequeños soles en el
universo, quedaron regados por toda la superficie de este planeta, como una
herencia divina hacia las generaciones futuras de esta raza humana.
Cada chispita de luz
proveniente de su cuerpo, sigue trabajando a donde quiera que la naturaleza
misma la lleva, ya sea purificar las aguas de los mares, limpiar las aguas de
los ríos, iluminar la atmósfera que respiran las mentes humanas, o fecundando
los campos a donde ha llegado, pero cuando esos átomos de luz son recibidos por
la gloriosa ley del Padre en algún ser humano, su vida toda se transforma y sus
pasos se reorientan hasta consumirse en esa misma llama que animó a Cristo
cuando pisó la tierra.
Benditos aquellos que han
tenido el amor de poseer un átomo del Cristo; bienaventurados los otros, los
que siguen las huellas de ese amor, porque reconocen en él la senda que el
Padre ha dejado marcada para su evolución.
Bendita humanidad que duerme,
pero que ahora mismo, la aurora de un nuevo día empieza a asomarse ya por el
horizonte, anunciando una era de amor, de luz y armonía.
ESPERANZA Y RESPONSABILIDAD.
Hombres de la tierra, hijos
de Dios, la Navidad es el símbolo permanente de la esperanza de que el día del
despertar se está acercando, de que el día llegará en todos los corazones;
permanezcan unidos en sagrados lazos luminosos y las voces en coro se levanten
a un tiempo, para entonar la nota que el universo reclama a este planeta.
Mi amor queda entre ustedes y
la luz que les dejo llévenla más allá, hasta los lugares más recónditos de los
corazones humanos, para que hasta el ser más infortunado sepa: Que la distancia
que lo separa de Dios, es exactamente igual que la distancia que separó a
Cristo de Él.
Lleven estas líneas a los
corazones oprimidos para que beban el consuelo de ese amor que no pide nada,
sino tan sólo ser aceptado.
Llévenlas también a los
enfermos, para que su atención no se ponga en ese cuerpo que por designios
misteriosos no ha sido lo armónico que ellos desearan; sepan que más allá de
todas las apariencias, el espíritu humano vive en eterna armonía y comunión
divina y que en ese reino de luces no hay lugar para los dolores.
Llévenlas a todos, para que
cada quien sepa y tome de ellas el mensaje que su corazón le pide y que su
mente no encuentra. Con todo mi amor, como un regalo para ustedes.
Kwan Yin y Otros Maestros
Ascendidos.
Edición: Carolina Paola
Tomckowiack y Jorge Francisco Iturra
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