lunes, 8 de julio de 2019

LOS ELEMENTOS PARTE III


Debemos tener en cuenta que los elementos no son sólo las fuerzas físicas de la naturaleza; sino que también forman parte de nosotros, estamos hechos de elementos.
El Aire simboliza nuestro pensamiento, esa parte de nosotros que reflexiona; es además nuestra respiración y el sentido del olfato.
 
El Fuego se convierte en el entusiasmo y las pasiones, en esos sentimientos enérgicos que nos sobrecogen y que nos obligan a actuar o a reaccionar, en el latido del corazón y en el sentido de la vista.

El Agua encarna nuestras emociones, la alegría, la risa, la pena y las lágrimas. Es la sangre que corre por nuestras venas y el sentido del gusto.

La Tierra equivale a nuestra forma física, al cuerpo y al sentido del tacto.

El Espíritu es una parte inmaterial de nosotros mismos a la que también podríamos llamar el sentido del ser o el alma.
Los elementos y sus atributos demuestran lo importante, tanto en la vida cotidiana como en la brujería, pues no son sólo fuerzas muy poderosas de la naturaleza, sino que también están en contacto con todos los aspectos de la existencia y de nuestro interior. Para crear magia es esencial que los conozcas y los entiendas y, por supuesto, también todo aquello con lo que están relacionados.
Si lograr ser un mago y hacer rituales, tienes primero que ser capaz de manejar las energías tanto desde el interior como desde el exterior.
El primer paso para conseguirlo es experimentar de forma activa con los elementos de la naturaleza.
Los elementos están presentes y vinculados a otros aspectos de la vida: a la hora del día, a la estación del año, a la edad de una persona e incluso a la dirección de la brújula.

CONOCIMIENTO PRÁCTICO DE LOS ELEMENTOS
Tómate tu tiempo para experimentar con cada uno de los elementos en su estado natural.
Prepárate para dedicarles unos quince minutos o más.
No cedas a la tentación de probar con más de uno al día.
Como estos ejercicios tienes que llevarlos a cabo en el exterior, procura hacerlos en un lugar que no sea peligroso. Te recomiendo que te descalces para estar en contacto directo con la tierra. Puedes probar a hacerlo con los ojos abiertos o cerrados. Intenta usar todos los sentidos: la vista, el oído, el tacto, el olfato y el gusto. Para este último caso, te aconsejo que respires por la boca. Presta atención a cómo te hace sentir cada elemento, tanto física como emocionalmente.

Aire— Un día de viento, sube a algún lugar elevado (preferiblemente uno que no esté rodeado de árboles o edificios) para que puedas experimentar con él. Abrígate bien si hace frío.
Siente el viento alborotándote el cabello, agitándote la ropa y acariciándote. Lleva contigo unas cuantas hojas o pétalos de flores, lánzalos al aire y mira cómo se mecen en la brisa, cómo se elevan por el cielo y cómo el viento los transporta de un lugar a otro. Mientras estés ahí, piensa en otros tipos de brisa, tanto en las más fuertes como en las débiles.

Fuego— En un día cálido y/o soleado visita algún sitio que esté protegido del aire y donde puedas tumbarte al sol. Absorbe el calor y la luz, siente la calidez que desprende la tierra.
Tómate tu tiempo para pensar en todas las cosas que dependen de estos factores, pero no tanto como para quemarte ni mires directamente al Sol. Imagina lo que sería la vida sin luz o con mucha más.

Agua— Existen dos maneras de experimentar con ella; te recomiendo que pongas las dos en práctica porque así podrás comparar las experiencias.
Lo primero que puedes hacer es salir cuando esté lloviendo; levanta la cabeza hacia el cielo y permite que unas gotitas te mojen la lengua.
Deja que la lluvia te empape y observa cómo cae sobre los árboles, las plantas y cómo humedece la tierra. Contempla también cómo lo hace en caminos y carreteras, y mira qué efecto causa en las cosas de alrededor.
Mientras estés ahí, piensa en que beneficios aporta. En segundo lugar, vete a un arroyo, a un río, a un estanque o a un lago que no esté demasiado sucio o contaminado. Mete los pies descalzos en el agua y utiliza las manos para mojarte la cara. Una vez más, piensa en cómo sería la vida con más o menos agua y recuerda que hay zonas del planeta en las que está congelada, mientras que otras sufren una grave sequía. Si vives cerca de la costa, puede hacer esta segunda parte del ejercicio en el mar.
Métete y sumérgete, siempre que esté en calma y sepas nadar.

Tierra— Te recomiendo que la primera parte de este ejercicio la hagas en tu jardín o en el que alguien que esté dispuesto a que caves en él. Si no puedes, siempre te queda el recurso de llenar una bañera o un contenedor con tierra, aunque es mejor, sin duda, que intentes hacer lo otro en cuento tengas ocasión. Cava un agujero lo bastante ancho y hondo como para que puedas introducir las dos manos y que no sobresalgan. Mientras lo haces, mira cuidadosamente lo que te vayas encontrando en al tierra (tanto las criaturas vivas como los objetos inanimados).
Utiliza las manos para palpar la textura de la superficie y de lo más profundo. Si puedes, introduce también los pies.
La segunda parte quizá la tengas que aplazar hasta que puedas ir a algún lugar adecuado.
Visita un sitio rocoso, no tiene por qué ser enorme o impresionante.
Apoya las palmas de las manos en la superficie de la piedra. Examínala para ver lo que crece en ella. Fíjate en el color, en la textura y en la dirección que siguen las líneas o grietas que veas.
Piensa en las fuerzas y energías que dieron lugar a esa formación rocosa.
Si tienes ocasión, vete a una cueva para que también sepas lo que se siente al estar rodeado completamente por la tierra.

Cuando regreses a casa después de cada una de las prácticas, apúntalo todo; los pensamientos y emociones que tuviste al experimentar con los elementos.
Te puede ayudar dedicar una página en blanco o una sección a cada uno de ellos. Como éste es el primero de varios ejercicios vinculados con los elementos, tal vez te interese agrupar las experiencias vividas.
Cuando te vayas a dormir, esfuérzate por evocar todos esos pensamientos y sentimientos. Si sueñas con ese elemento, apúntalo también.
Al entrar en contacto con estos aspectos de la naturaleza, probablemente cambiarás la relación que tenías con ellos. Así, mientras aprendes qué papel desempeñan el Aire y el Agua en el círculo de la vida, también comprenderás lo necesaria que es la lluvia y las tormentas y, por tanto, te será más fácil soportar el mal clima. Es posible que incluso acabes disfrutando sus muy diversas variaciones.
Muchas brujas dedican cierto tiempo a experimentar y a regocijarse porque además son capaces de extraer energía de ellos.

Después de percibir los elementos en la naturaleza exteriormente, tendrás que aprender a reconocerlos en tu interior. Como ya les dije antes, cada uno de ellos tiene un equivalente dentro del ser humano: el Aire es el pensamiento, el Fuego la pasión, el Agua la emoción y la Tierra representa nuestra parte física.
Es fundamental que sepas cómo funcionan dentro de ti, el modo en que transforman tus sensaciones, cómo te afectan en la vida y te hacen reaccionar frente a los demás.
No obstante, cuando dejas atrás la infancia, se te dice que debes aprender a reprimir tus sentimientos, a no demostrar que estás furiosa y a no llorar abiertamente.
Aprendes incluso a suprimir algunas de tus necesidades físicas; a no comer sino es el momento adecuado, a vestirte con cierto tipo de ropa aunque esta te resulte incómoda… Por todas estas razones es fundamental que dediques tiempo a aprender a reconocer tus sentimientos por lo que son en realidad, en ligar de ocultarlos detrás de lo que te gustaría que fueran.


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