Debemos
tener en cuenta que los elementos no son sólo las fuerzas físicas de la
naturaleza; sino que también forman parte de nosotros, estamos hechos de
elementos.
El
Aire
simboliza nuestro pensamiento, esa parte de nosotros que reflexiona; es además
nuestra respiración y el sentido del olfato.
El
Fuego
se convierte en el entusiasmo y las pasiones, en esos sentimientos enérgicos
que nos sobrecogen y que nos obligan a actuar o a reaccionar, en el latido del
corazón y en el sentido de la vista.
El
Agua
encarna nuestras emociones, la alegría, la risa, la pena y las lágrimas. Es la
sangre que corre por nuestras venas y el sentido del gusto.
La
Tierra
equivale a nuestra forma física, al cuerpo y al sentido del tacto.
El
Espíritu
es una parte inmaterial de nosotros mismos a la que también podríamos llamar el
sentido del ser o el alma.
Los elementos y sus
atributos demuestran lo importante, tanto en la vida cotidiana como en la
brujería, pues no son sólo fuerzas muy poderosas de la naturaleza, sino que
también están en contacto con todos los
aspectos de la existencia y de nuestro interior. Para crear magia es
esencial que los conozcas y los entiendas y, por supuesto, también todo aquello
con lo que están relacionados.
Si lograr ser un mago y
hacer rituales, tienes primero que ser capaz de manejar las energías tanto
desde el interior como desde el exterior.
El primer paso para
conseguirlo es experimentar de forma activa con los elementos de la naturaleza.
Los elementos están presentes
y vinculados a otros aspectos de la vida: a la hora del día, a la estación del
año, a la edad de una persona e incluso a la dirección de la brújula.
CONOCIMIENTO
PRÁCTICO DE LOS ELEMENTOS
Tómate tu tiempo para
experimentar con cada uno de los elementos en su estado natural.
Prepárate para
dedicarles unos quince minutos o más.
No cedas a la tentación
de probar con más de uno al día.
Como estos ejercicios
tienes que llevarlos a cabo en el exterior, procura hacerlos en un lugar que no
sea peligroso. Te recomiendo que te descalces para estar en contacto directo
con la tierra. Puedes probar a hacerlo con los ojos abiertos o cerrados.
Intenta usar todos los sentidos: la vista, el oído, el tacto, el olfato y el
gusto. Para este último caso, te aconsejo que respires por la boca. Presta
atención a cómo te hace sentir cada elemento, tanto física como emocionalmente.
Aire— Un día de viento,
sube a algún lugar elevado (preferiblemente uno que no esté rodeado de árboles
o edificios) para que puedas experimentar con él. Abrígate bien si hace frío.
Siente el viento
alborotándote el cabello, agitándote la ropa y acariciándote. Lleva contigo
unas cuantas hojas o pétalos de flores, lánzalos al aire y mira cómo se mecen
en la brisa, cómo se elevan por el cielo y cómo el viento los transporta de un
lugar a otro. Mientras estés ahí, piensa en otros tipos de brisa, tanto en las
más fuertes como en las débiles.
Fuego— En un día cálido y/o
soleado visita algún sitio que esté protegido del aire y donde puedas tumbarte
al sol. Absorbe el calor y la luz, siente la calidez que desprende la tierra.
Tómate tu tiempo para
pensar en todas las cosas que dependen de estos factores, pero no tanto como
para quemarte ni mires directamente al Sol. Imagina lo que sería la vida sin
luz o con mucha más.
Agua— Existen dos maneras
de experimentar con ella; te recomiendo que pongas las dos en práctica porque
así podrás comparar las experiencias.
Lo primero que puedes
hacer es salir cuando esté lloviendo; levanta la cabeza hacia el cielo y permite
que unas gotitas te mojen la lengua.
Deja que la lluvia te
empape y observa cómo cae sobre los árboles, las plantas y cómo humedece la
tierra. Contempla también cómo lo hace en caminos y carreteras, y mira qué
efecto causa en las cosas de alrededor.
Mientras estés ahí,
piensa en que beneficios aporta. En segundo lugar, vete a un arroyo, a un río,
a un estanque o a un lago que no esté demasiado sucio o contaminado. Mete los
pies descalzos en el agua y utiliza las manos para mojarte la cara. Una vez
más, piensa en cómo sería la vida con más o menos agua y recuerda que hay zonas
del planeta en las que está congelada, mientras que otras sufren una grave
sequía. Si vives cerca de la costa, puede hacer esta segunda parte del
ejercicio en el mar.
Métete y sumérgete,
siempre que esté en calma y sepas nadar.
Tierra— Te recomiendo que la
primera parte de este ejercicio la hagas en tu jardín o en el que alguien que
esté dispuesto a que caves en él. Si no puedes, siempre te queda el recurso de llenar
una bañera o un contenedor con tierra, aunque es mejor, sin duda, que intentes
hacer lo otro en cuento tengas ocasión. Cava un agujero lo bastante ancho y
hondo como para que puedas introducir las dos manos y que no sobresalgan.
Mientras lo haces, mira cuidadosamente lo que te vayas encontrando en al tierra
(tanto las criaturas vivas como los objetos inanimados).
Utiliza las manos para
palpar la textura de la superficie y de lo más profundo. Si puedes, introduce
también los pies.
La segunda parte quizá
la tengas que aplazar hasta que puedas ir a algún lugar adecuado.
Visita un sitio rocoso,
no tiene por qué ser enorme o impresionante.
Apoya las palmas de las
manos en la superficie de la piedra. Examínala para ver lo que crece en ella.
Fíjate en el color, en la textura y en la dirección que siguen las líneas o
grietas que veas.
Piensa en las fuerzas y
energías que dieron lugar a esa formación rocosa.
Si tienes ocasión, vete
a una cueva para que también sepas lo que se siente al estar rodeado
completamente por la tierra.
Cuando regreses a casa
después de cada una de las prácticas, apúntalo todo; los pensamientos y
emociones que tuviste al experimentar con los elementos.
Te puede ayudar dedicar
una página en blanco o una sección a cada uno de ellos. Como éste es el primero
de varios ejercicios vinculados con los elementos, tal vez te interese agrupar
las experiencias vividas.
Cuando te vayas a
dormir, esfuérzate por evocar todos esos pensamientos y sentimientos. Si sueñas
con ese elemento, apúntalo también.
Al entrar en contacto
con estos aspectos de la naturaleza, probablemente cambiarás la relación que tenías
con ellos. Así, mientras aprendes qué papel desempeñan el Aire y el Agua en el
círculo de la vida, también comprenderás lo necesaria que es la lluvia y las tormentas
y, por tanto, te será más fácil soportar el mal clima. Es posible que incluso
acabes disfrutando sus muy diversas variaciones.
Muchas brujas dedican
cierto tiempo a experimentar y a regocijarse porque además son capaces de extraer
energía de ellos.
Después
de percibir los elementos en la naturaleza exteriormente, tendrás que aprender
a reconocerlos en tu interior. Como ya les dije antes, cada uno de ellos tiene un
equivalente dentro del ser humano: el Aire es el pensamiento, el Fuego la
pasión, el Agua la emoción y la Tierra representa nuestra parte física.
Es fundamental que sepas cómo funcionan dentro de ti, el modo en que
transforman tus sensaciones, cómo te afectan en la vida y te hacen reaccionar
frente a los demás.
No obstante, cuando dejas
atrás la infancia, se te dice que debes aprender a reprimir tus sentimientos, a
no demostrar que estás furiosa y a no llorar abiertamente.
Aprendes incluso a
suprimir algunas de tus necesidades físicas; a no comer sino es el momento
adecuado, a vestirte con cierto tipo de ropa aunque esta te resulte incómoda…
Por todas estas razones es fundamental que dediques tiempo a aprender a reconocer
tus sentimientos por lo que son en realidad, en ligar de ocultarlos detrás de lo
que te gustaría que fueran.
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